A la bodega, me refiero. Como os he contado, empecé de una forma más en serio en el 95 elaborando un poco de vino en el garaje de casa en una pequeña tinaja, la cosa no fue mal así que decidí elaborar de una forma llamémosle más profesional.
Para ello lo primero que necesitaba eran los viñedos. No me resultaron difíciles de conseguir, ya que alquilé aquellos viñedos que otros viticultores desechaban por ser su producción muy baja. Una vez con los viñedos en mi poder lo siguiente era el cultivarlos. Igual que hice para elaborar mi primer vino, me compré un tocho de libro de viticultura y a seguirle al pié de la letra. Conseguí unas tijeras para realizar la poda, cosa fácil, ya que como dicen en mi pueblo hasta los burros podan y más adelante cuando el calor ya empezaba a brotar las primeras hierbas adquirí un viejo tractor apodado por su dueño “Manolo II”.
Para recochineo de mis amigos y desgracia mía, Manolo II era y es amarillo, os podéis imaginar la juerga que se tenían conmigo a raíz de la conocida canción.
No me vine abajo, eso si, evitaba en todo lo posible pasar con Manolo II por la calle principal del pueblo y adelante con el arado.
Ya tenía viñedo, la “maquinaria” y solo me faltaba el lugar donde colocar los tres flamantes depósitos de acero inoxidable, que para desesperación de mi mujer, compré gastándome los pocos ahorros que teníamos.
Finalmente un amigo me dejo utilizar una antigua nave de labranza en un pueblo cercano a San Martín.
Allí que me fui con ellos y en agosto de 1998 hice mi primera vendimia «en serio».